Sábado 14 de Junio de 2014. Atenas- Star Clipper
Desayunamos y bajamos las maletas, que se quedan en consigna. Una vez hechos los trámites de salida y habiendo pedido un taxi para las 4 de la tarde, nos vamos rumbo a la Plaza de Monastiraki para coger el metro. Tenemos alguna dificultad para saber que escalera tomar y un señor nos ayuda muy amablemente. Cogemos el metro y hemos de hacer transbordo en la parada siguiente pero al cambiar de línea nos equivocamos y lo cogemos en dirección contraria. Nos damos cuenta en seguida y rectificamos. Ya estamos en el buen camino para llegar a la parada de la Acrópolis. Salimos al lado del Museo de la Acrópolis, un edificio muy moderno al lado de la Universidad donde se guardan y custodian objetos y decoraciones hallados en las excavaciones.
Andamos un poco y llegamos hasta las taquillas. Sacamos nuestras tarjetas de “minus” y solo paga entrada Mila.
Comenzamos a subir la colina de la Acrópolis, de 156 metros de altura, 270 de longitud y 85 de ancho. Significa “roca sagrada”.
En el siglo V a.C., en la época de Pericles y bajo la dirección de Fidias, se transformó la colina rocosa en un conjunto arquitectónico y monumental. Fue declarada por la Unesco en 1987 Patrimonio de la Humanidad.
A medida que vamos ascendiendo, con un calor sofocante, nos encontramos con el Teatro de Dionisos. Fue considerado el mayor teatro de la antigua Grecia. Está situado en la ladera sureste de la colina y está dedicado a Dionisos, dios del vino, el teatro y las fiestas.
Se construyó en el siglo VI a.C. aprovechando el desnivel del terreno y con una capacidad de 17.000 espectadores. En un principio fue un templo que se convirtió en teatro.
Al lado del teatro se encuentra el Odeón de Herodes Anticus. Es una visión muy espectacular. Fue construido durante la dominación romana entre 161-174 d.C. por el cónsul Herodes Anticus en honor a su esposa Aspasia, fallecida un año antes.
Tiene una capacidad de 5.000 espectadores. Estaba cubierto por un techo de madera, ya que estaba diseñado para audiciones musicales. El mármol y los mosaicos vestían todo el complejo con lujosos detalles. El Odeón y el Teatro se comunicaban mediante un inmenso pórtico.
Hoy en día ha sido restaurado y se utiliza para representaciones dramáticas y musicales.
Para acceder a la Acrópolis atravesamos los Propíleos, puerta monumental compuesta por un edificio central y dos alas laterales adornados por columnas dóricas. Una de las alas albergaba la Pinacoteca y galería de arte donde se exponían pinturas en placas de madera. La otra es una sala más pequeña que conducía al Templo de Atenea Niké.
Nada más pasarlos nos encontramos de frente con el Partenón. Es el edificio principal de la Acrópolis. Fidias realizó una colosal escultura de madera, revestida de marfil y oro, de 12 metros de altura, de la diosa Atenea Parthenos(Virgen) y para cobijarla se construyó sobre ella el Partenón sobre un antiguo e inacabado templo.
Los atenienses de la polis decidieron tomar el nombre que honrase al dios que la protegiera. Hubo dos candidatos: Atenea y Poseidón. Los ciudadanos pidieron a los dioses un regalo y ellos elegirían cual era más útil para la polis.
Poseidón golpeó con el tridente una roca de la que brotó agua, pero era salada. Atenea hizo brotar un olivo del que se podía obtener aceite, madera y alimentos. Comparando los presentes consideraron más útil el olivo y se encomendaron entonces a Atenea, para la que construyeron en su honor el Partenón en la Acrópolis.
Los arquitectos Ictinos y Calícrates calcularon sus proporciones en estilo dórico aunque también hay elementos jónicos. Las esculturas fueron realizadas por el gran Fidias. Todo el conjunto se construyó entre 447 a.C. y 438 a.C. Consta de 8 columnas en el frente y 8 en la fachada posterior y 17 columnas en cada lateral. Es de planta rectangular sobre una plataforma a la que se accede por tres escalones.
El techo está a dos aguas, en madera y tejas de mármol. Conservó su carácter religioso original, luego fue una iglesia, bizantina, una latina, y una mezquita musulmana.
En 1687 los turcos lo utilizaron como polvorín durante el sitio veneciano. Una de las bombas venecianas cayó sobre él y causó una gran explosión que destruyó gran parte del edificio.
A principios del siglo XIX el embajador británico de Constantinopla, Sir Thomas Bruce Elgin, desmontó la mayor parte de la decoración escultórica del Partenón, de sus metopas y frontones, trasladándolas a Inglaterra. Su intención era que pasaran a formar parte de la decoración de su mansión. Pero el gobierno británico se enteró y llegando a un acuerdo, firmaron un documento como que Grecia les había vendido las piezas. Y pasaron a engrosar los fondos del Museo Británico, donde están expuestas.
El Partenón sigue en obras de restauración y todavía queda mucho por hacer.
Vamos hasta el Mirador y contemplamos toda Atenas.
A un lado del Partenón se encuentra el Erecteión. Su origen es de 421 a.C. hasta 406 a. C. de estilo jónico.
Su nombre significa “el que sacude la tierra“referido a Poseidón, dios del mar y de los terremotos. Estaba consagrado al culto de Atenea, Poseidón y al rey mítico de Atenas, Erecteio, que fue fulminado por Poseidón y enterrado aquí mismo.
Según la tradición se encuentra justo en el lugar donde tuvo lugar la lucha entre Atenea y Poseidón por el patrocinio de la polis de Atenas.
En una roca se pueden ver las señales dejadas por el tridente de Poseidón y en el exterior se encuentra el olivo sagrado, regalo que hizo Atenea a los atenienses.
En un lateral se encuentra la Tribuna de la Cariátides, obra de Calímacos, discípulo de Fidias. Consta de seis columnas policromadas con figura de mujer de 2.3 metros de altura. Las que están ahora son réplicas de los originales, de las cuales 5 están en el Museo de la Acrópolis y la 6ª está en el Museo Británico.
Una vez acabada la visita y tal y como nos habían indicado al sacar las entradas, solicitamos que nos bajen por el ascensor que lo usan para minusválidos. La vigilante no lo tiene muy claro y se va para consultarlo.
Hay una señora con silla de ruedas también esperando. Una vez lo han aclarado la bajan a ella primero y luego bajamos de dos en dos nosotros por un montacargas de obra, en plan jaula de una mina, rodeada de tela metálica, que baja por una lateral de la colina. Así podemos contemplar ese lado de la Acrópolis y de la ciudad.
Vamos bajando hasta la avenida frente a la Acrópolis. Hay bastantes pintores que venden sus cuadros por la calle. Hay una iglesia ortodoxa y entramos a verla.
Llegamos frente al Museo y nos sentamos en una de las terrazas a tomar un refresco. Al lado hay una tienda que le llama la atención a Mila. Le gusta una gargantilla que hay en el escaparate pero tiene dudas. Entramos las dos y en la mano no dice mucho y encima es corta y no se puede alargar. Ya tranquilas, salimos y volvemos en el metro al hotel.
Decidimos que allí estamos fresquitos y cómodos, después del calor que hemos pasado y nos quedamos a comer.
A las 4 nos recoge el taxi y nos lleva al Puerto del Pireo que está a 15 Km del centro de Atenas. Se encuentra a orillas del Golfo de Egina. Es el mayor puerto de Grecia y el que más pasajeros mueve de cruceros de toda Europa.
A su alrededor ha crecido una población de casi 200.000 habitantes, aunque ya es un barrio de Atenas.
Entramos en la terminal marítima y dejamos el equipaje en un lateral. Hay un mostrador donde rellenamos los papeles de entrada, entregamos los pasaportes, nos hacen una foto para la tarjeta de abordo y nos entregan las llaves.
Con un autobús nos llevan hasta el Star Clipper.
Vicente y yo sentimos una gran emoción al verlo en su majestuosidad. Recordamos con mucho cariño el crucero que hicimos por la polinesia con el barco gemelo de éste, el Star Flyer.
Antes de subir a bordo hacemos un montón de fotos.
Subimos la escalerilla y nos reciben el capitán Yuri, ucraniano, el director del crucero, Peter, alemán de Baviera y el director del hotel, el croata Mateo.
En la Tropical Deck hay música en directo de bienvenida, acompañada de un zumo de frutas y canapés dulces y salados.
Damos un vistazo general y nos bajamos a ver los camarotes. Son idénticos a los que tuvimos en el otro barco, sólo que un piso más para abajo. Nos sentimos como en casa.
La sorpresa es que nos han dejado una botella de Champán, una cesta de frutas y una bandejita de dulces como bienvenida por ser “repetidores” en los barcos de la compañía.
Descansamos un poco y enseguida nos traen las maletas. Mientras yo deshago el equipaje, Vicente se va a preguntar por el tema del buceo. No tenían previsto el buceo en este crucero y Vicente insiste en que se preguntó explícitamente y contestaron por escrito que si que había. Entonces Peter se encargará de organizarlo y ya le contestara mañana.
A las 6.45 se hace un simulacro de rescate, de cómo utilizar los chalecos salvavidas que tenemos en los camarotes, de cuál es nuestra estación de reunión y quien es nuestro guía. Se dan otras normas y en ese transcurso conocemos al grupo de 8 catalanes que hacen por primera vez un crucero en estos barcos. Son mayores y simpáticos.
Volvemos al camarote a cambiarnos y damos una vuelta por el barco para que lo conozcan Mila y Ben. Nos quedamos en la Sun Deck a la fresquita charlando hasta que bajamos al comedor a cenar. Se sienta con nosotros Freddy, el músico del barco, de nacionalidad húngara. Nos cuenta su vida nómada tocando en otros muchos barcos de otras compañías, en especial cruceros fluviales por el Rin y el Danubio. Tuvo un compañero, de nombre José, que era valenciano, del que guarda un muy buen recuerdo.
Recogemos del camarote la botella de champán y al pedir hielo en el bar nos la cambian por otra muy fría. Subimos a la Sun Deck a tomarnos el champán para celebrar el inicio del crucero. Freddy sube con un acordeón y como estamos casi solos nos deleita con música antes de la partida.
A las 9.45 comenzamos a movernos. Están encendidas todas las luces de los mástiles verticales y horizontales. Muy despacio vamos saliendo del puerto. Una vez fuera de la protección de tierra apagan las luces y comienzan a izar las velas con la música de fondo de Vangelis, 1492. Es algo embriagador. Por un lado el silencio del mar, por otro la grandiosidad de la música y además lo que vemos a nuestro alrededor. Hay casi luna llena de un espectacular color rojo. A media que se va elevando en el cielo deja un hermoso reflejo en el agua y de fondo está la silueta de la Acrópolis iluminada. Parece una aparición que sale de la nada. Al no haber ya contaminación lumínica se ven millones de estrellas en un cielo totalmente despejado. Como va aumentando la velocidad del barco, también se nota más la brisa fresca y reconfortante. Tras disfrutar del momento vivido, nos bajamos a la Biblioteca a apuntarnos a las excursiones. De momento nos apuntamos a tres.
En la Tropical Deck hay música y baile pero nosotros nos vamos a acostar, que estamos cansados.
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Martes 17 de Junio de 2014. Patmos
Sube Vicente a ver amanecer.
Desayunamos y llegamos a Patmos. Hoy anclamos en el centro de la pequeña bahía frente al puerto de Scala de la isla.
Patmos es una pequeña isla del Archipiélago del Dodecaneso, una de las más sagradas del mundo cristiano. Tiene 63 km de costas y una curiosa forma de ocho, repleta de colinas rocosas con poca vegetación. Hay dos poblaciones principales: el puerto de Scala y la capital de Patmos, Chora.
Scala es más moderna con casas blancas con patios llenos de flores. Chora es una ciudad antigua en cuyo centro está el Monasterio.
A las 12.30 nos llevan con los tender a puerto y allí nos subimos al bus que nos lleva de excursión. La primera parada es en la Cueva de la Revelación o del Apocalipsis. Está a mitad camino, subiendo la montaña, entre el puerto y el Monasterio.
En 1999 la Unesco declaró al conjunto Patrimonio de la Humanidad.
A la entrada del acceso al recinto de la cueva hay un mosaico sobre la puerta que representa a San Juan apóstol con su discípulo Prócoro, quien está transcribiendo las visones que tuvo san Juan.
Cuando el emperador romano Domiciano expulsó a san Juan de Éfeso, vino a refugiarse en esta isla el año 96 d.C. Esta isla era utilizada como lugar de exilio por estar muy alejada de todo, siendo casi desértica y con fuertes vientos en invierno.
San Juan se refugió en un entrante de una roca en la montaña y allí se dice que tuvo las revelaciones, según los datos que aportó en el libro del Apocalipsis.
San Juan dice que recibió una llamada silenciosa para internarse en la gruta, que era un recoveco abierto al mar. Allí escuchó la palabra de Dios que emanaba de una triple ranura del techo de la cueva, que hoy simbolizan la Santísima Trinidad. La roca tiene forma de reclinatorio. Aquí dictó a uno de sus discípulos, Prócoro, el libro del Apocalipsis, obra que se cree profética, donde narra las imágenes que tuvo nítidas sobre el futuro de la Iglesia, de cómo crecería, combatiría las fuerzas del mal de la tierra y el infierno y cómo al final saldría victoriosa.
Es posible que aquí iniciara la escritura del 4º Evangelio, aunque también se habla de que lo hubiera compuesto durante su estancia posterior en Éfeso.
Donde descansaba la cabeza para dormir se ha delimitado con una cerca de plata repujada. En la pared, cerca del reclinatorio y de donde dormía hay un hueco en la pared que se ha rodeado de plata, para señalar el lugar donde se apoyaba para levantarse.
Se llega a la cueva bajando unos escalones tallados en las rocas.
Ahora el hueco de las rocas está cerrado por una iglesia bizantina, la de Santa Ana, construida en el siglo XI para custodiar la gruta, que fue restaurada en el siglo XVIII.
Contiene muchos iconos bizantinos y un iconostasio de madera esculpida y pintada de 1600, adornado por dos iconos fechados en 1596. Uno representa el Apocalipsis y el otro a San Juan dictando a Prócoro y al beato Christodulos, creador del Monasterio de San Juan Teólogo en Chora.
Todo ello se encuentra dentro de un complejo monástico con celdas, capillas y jardines llenos de flores.
Donde descansaba la cabeza para dormir se ha delimitado con una cerca de plata repujada. En la pared, cerca del reclinatorio y de donde dormía, hay un hueco en la pared que se ha rodeado de plata, para señalar el lugar donde se apoyaba para levantarse.
Continuamos el camino en el bus hacia Chora. Se ven en la montaña los restos de erupciones por el tipo y color de las rocas.
Nos deja el autobús en la entrada de Chora y comenzamos a subir por calles estrechas y empinadas. En la cima del Monte Profitis Ilias, a 269 metros sobre el nivel del mar se encuentra el Monasterio de San Juan Teólogo.
Al beato Christodulos se le donó la isla y comenzó en 1090 la construcción de una fortaleza bizantina con unos muros muy macizos almenados de 15 metros de altura, frente al ataque de los turcos. Murió en 1093 y dejó encargado a los doce monjes que allí vivían que terminaran la obra.
La entrada principal está flanqueada por dos torres rectangulares unidas por un muro. En el arco semicircular sobre la puerta de entrada se encuentra el icono mosaico de San Juan como guardián del monasterio.
Nada más atravesar la puerta nos encontramos con un patio y a la izquierda la Capilla de los Santos Apóstoles construida en 1603. En las paredes hay restos de pinturas al fresco que narran episodios de la vida del santo.
Una madera muy larga, proveniente de algún barco, se usaba para hacer los toques de oración a los monjes. Está colocada sujeta a varias columnas del pórtico de la iglesia.
En el interior del monasterio hay diversas construcciones a distintos niveles, aprovechando la topografía del lugar. Patios, galerías, puentes, corredores y capillas reflejan que se fue construyendo en diferentes etapas.
La iglesia principal se construyó sobre una más antigua, que a su vez estaba sobre el templo de Artemisa. Se terminó en 1090.
Hay frescos en el exterior que cuentan las revelaciones de San Juan. Éstos se dañaron por una erupción volcánica en Santorini, otra isla. Pero se pudieron salvar la mayoría. En el interior hay un icono del siglo XI de San Juan con el 4º Evangelio. Además hay un iconostasio de madera tallada, iluminado por lámparas de plata y preciosas candelas.
Después vistamos el horno con un enorme tronco vaciado que servía para amasar el pan para toda la comunidad que llegó a contar con numerosísimos monjes.
Pasamos al Museo que contiene parte del legado de la Biblioteca, también fundada por el beato Christodulos. Trajo consigo una numerosa colección de manuscritos. A lo largo de los siglos se ha ido incrementando.
Lo más valioso que se guarda aquí son las 33 páginas del evangelio más antiguo que es de San Marcos de principios del siglo VI. Otras páginas están en el Museo del Vaticano y en el British Museum.
El Museo contiene otras joyas como el primer libro con ilustraciones de color pintadas a mano. Además hay iconos, ropas litúrgicas y ornamentos, custodias, cruces, turíbulos, joyas donadas al monasterio y un icono pintado por El Greco de joven, donde ya se aprecian los rasgos de su pintura en las manos.
Todo el conjunto está declarado Patrimonio de la Humanidad.
Es como una universidad para la religión ortodoxa, donde vienen a formarse los monjes. De aquí han salido grandes popes que dirigen la iglesia en todas partes del mundo. Un monje se puede casar y divorciar hasta tres veces. Pero si quiere avanzar en su carrera y ascender debe guardar el celibato para dedicarse de lleno a su labor de estudio.
Salimos por el campanario y desde allí hay unas vistas espectaculares, con nuestro barco luciendo su silueta en medio de la bahía. Se divisan los molinos y el puerto. Hace un día de mucho calor con el cielo absolutamente despejado con lo cual hay una visibilidad fantástica.
Comenzamos a bajar hacia el bus después de hacer unas cuantas fotos vamos entrando en las muchas tiendas que encontramos en el camino.
De vuelta en el barco comemos un buffet italiano. Se sienta con nosotros el jefe de ingenieros Nicola y nos cuenta que es de Nápoles pero que vive en Australia. Tiene dos nietos y cuando está en su casa se dedica a reunir a la familia y a cocinar para todos, yendo, por supuesto, a hacer las compras al mercado.
Vicente se va a dormir la siesta y Mila, Ben y yo nos vamos con un tender a una playa cercana. Es pequeña, de arena gorda, muy resguardada con lo que el agua está como una piscina.
Nos bañamos varias veces Ben y yo y Mila se duerme una tranquila siesta sobre la arena.
El paisaje es total. Por detrás de nosotros hay unas iglesias pequeñas, y el rebuzno de unos burritos y los cantos de un gallo nos amenizan la estancia playera.
A nuestro alrededor hay varias familias griegas pero hay una que nos llama más la atención. Está la “mamma” con un aspecto total del más puro estilo griego tanto por sus rasgos físicos como del vestuario y comportamiento.
Volvemos al barco a descansar y ducharnos y subimos más tarde a la merienda. Un poco más tarde el barco zarpa. Hoy han sacado casi todas las velas porque el mar está como un espejo y no sopla nada de aire.
Nos arreglamos y Vicente y yo subimos a la Sun Deck donde el capitán ofrece un cóctel a todos los pasajeros que hayan estado anteriormente en alguno de los tres barcos de la compañía. De los 152 pasajeros de abordo 66 somos “repetidores”.
El champán y las cositas de picar acompañan las charlas con el capitán, que es muy divertido y chungón. Hablando a todos a la vez nos hace la broma de que todos nos pongamos a soplar para ayudar a hacer flamear las velas para que avance el barco más rápido.
La puesta del sol es espectacular de bonita. Suben Mila y Ben y estamos charlando un buen rato. Escuchamos la música que toca Freddy con el acordeón.
Luego bajamos y Freddy, al ver que estamos prácticamente solos los cuatro, comienza a tocar en el piano “Carros de fuego”. Vicente le había preguntado si conocía esa música y le explicó que era mi favorita. Es un detalle por su parte que buscara el momento oportuno para dedicarnos esa canción de Vangelis.
Bajamos a cenar los excelentes menús que nos ofrece el chef.
En la cubierta está Freddy tocando el piano eléctrico y cantando canciones conocidas.
A las 10 comienza un juego parecido al trivial. Se trata de que Peter esté sentado frente a una mesa con un tambor encima y una caja de fichas. Lanza las preguntas en inglés y el que sepa la respuesta tiene que correr, tocar el tambor y dar la solución. Entonces recibe una ficha o varias, en función de su dificultad.
Hay dos grupos enfrentados. Dos parejas inglesas por un lado y por otro un grupo muy grande de americanos, ingleses y alemanes. Y Vicente y yo solos entre los dos grupos. A pesar de todo sacamos muchas fichas y al final del juego hemos sacado más que los ingleses y ellos nos dan sus fichas.
El grupo grande ha sacado en total más pero como son muchos no les da Peter como ganadores. Dice que hay un empate y hay que desempatar. Al inglés y a Vicente les hace preguntas chorras para que no haya posibilidad de desempate. Da como ganadores a los dos y le da a cada uno una botella de champán.
Mila y Ben se habían retirado ya.
Nos acostamos agotados física y mentalmente.
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Viernes 20 de Junio de 2014. Canakkale.
Muy temprano llegamos a Canakkale. Atracamos en un muelle industrial que está lejos del pueblo. Era en otros tiempos el punto donde los pueblos cruzaban los Dardanelos y pasaban de Asia a Europa, como los persas, Alejandro Magno y los otomanos. Fue una importante puerta de entrada para el comercio entre los dos continentes.
Algunos pasajeros salen muy pronto de excursión Troya. Todo un mundo de leyendas y fantasía rodeaba a esta pequeña ciudad. En las leyendas poéticas era una ciudad maravillosa donde sus habitantes hacían gestas inimaginables. La consideraban la mejor ciudad del mundo conocido.
Su historia fue compuesta por el poeta griego Homero hace 3.000 años.
Hoy en día hay expuestos 9 yacimientos arqueológicos, uno encima de otro. Su historia tiene varios milenios de antigüedad pero llegó a ser abandonada y cayó en el olvido. Se conocía más por las leyendas que por su propia realidad.
Pero el joven empresario alemán Heinrich Schliemann, millonario prusiano, puso toda su fortuna, obtenida en multitud de negocios en todas partes del mundo, en excavar desordenadamente en muchos lugares. A sugerencia del diplomático Frank Calvert, que ya había excavado en Troya siete años antes, volvió a hacerlo allí en 1870 y en otros yacimientos homéricos como Micenas, Tirinto y Órcomeno demostrando que la Ilíada describía realmente escenarios históricos.
Sus trabajos fueron desordenados y apresurados, destruyendo capas importantes, con el fin de llegar al estrato que pensaba que correspondía a Troya. En 1873 descubrió una colección de joyas que llamó el “Tesoro de Príamo” que sacó sin permiso de Turquía y lo llevó a Grecia.
Tras multas y negociaciones le dejaron seguir excavando.
En muchos lugares excavó y encontró tumbas y ajuares funerarios.
Aunque no había una ciencia arqueológica aun, fue el primer “excavador” que hizo fotografías del proceso y de los descubrimientos y escribió libros al respecto.
Todavía hoy en día hay dudas de como fue la destrucción de Troya, aunque se piensa que fue más bien un terremoto la que la hizo desaparecer.
Un gran caballo de madera, el que se utilizó en la película de “Troya” recibe a los visitantes a las puertas del recinto, recordando el hecho narrado en la obra cumbre de la literatura griega, “La Ilíada” que se atribuye a Homero.
Nosotros hoy hacemos el vago y disfrutamos del barco a tope.
Después del desayuno sesión de tumbona, leyendo y tomando el sol. El paisaje que tenemos enfrente no es el más bonito, pero da igual.
El barco zarpa a la 1 del mediodía y bajamos a comer un buffet oriental.
Después subimos a ver el paso del estrecho de los Dardanelos. Mientras los chicos van a visitar la sala de máquinas con las explicaciones de Nicola, el jefe de ingenieros.
El paso de los Dardanelos es muy bonito. Comunica el Mar Egeo con el Mar de Mármara. En total mide 71 km de longitud y su anchura varía entre 1.6 km y 6.5 km.
En un lateral podemos observar la Península de Gallipoli, tristemente conocida por la sangrienta batalla que allí se libro durante casi un año (19-2-1915 a 9-1-1916) en la 1ª Guerra Mundial, en la que vencieron los otomanos ayudados por los alemanes, impidiendo el cruce del Dardanelos de los rusos, ayudados por los aliados ingleses, de Australia y Nueva Zelanda, la mayoría de esa tropa. Se contabilizan por cientos de miles los que cayeron. Hoy en día hay monumentos conmemorativos de ese suceso.
A las 5, mientras se quedan merendando, yo me voy a que me den un masaje en mis maltrechas piernas y espalda.
Luego bajamos a las cabinas a hacer las maletas con mucha pena.
Subimos a cenar y al final sale la mayoría de la tripulación agitando banderas, tanto las de las múltiples nacionalidades de ellos como del pasaje. Dan varias vueltas al comedor y sale Peter a hacer un discurso de despedida, largo, como siempre.
Luego se despide también el capitán y toda la tripulación se pone a cantar una canción de despedida.
Subimos un rato a cubierta pero hace un poco de fresco. Nos asomamos a la cubierta de proa en la que han instalado una pantalla gigante y están proyectando una película sobre veleros antiguos y sus logros. Pero hace demasiado fresco para quedarse quietos y decidimos irnos a dormir para recoger lo último. Hemos de dejar las maletas cerradas delante de la puerta de la cabina y la tripulación ya se encargará de bajarlas a tierra mañana.
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Sábado 21 de Junio de 2014. Estambul
Muy temprano, después de haber atravesado el Estrecho de los Dardanelos, tras haber estado navegando durante la noche por el Mar de Mármara , mar interior que comunica el Mar Egeo con el Mar Negro, y poco después del amanecer llegamos a las proximidades de Estambul, con todas las Mezquitas y monumentos del Cuerno de Oro, brillando con todo su esplendor con los primeros rayos del sol.
Estamos ya en el Estrecho del Bósforo que separa la parte europea de la asiática de Estambul y conecta el Mar de Mármara con el Mar Negro.
Tiene una longitud de 30 km. en los cuales se asoman a sus riberas las dos partes de la ciudad prácticamente en toda su longitud, con una anchura máxima de 3.7 km en la entrada del Mar Negro. La parte más estrecha se encuentra entre dos castillos otomanos, en la parte europea la fortaleza de Rumeli Hisari construida en 1452 y en la parte asiática está la de Anatoli Hissar, llamada Castillo Negro.
Hay dos puentes que atraviesan el Bósforo para unir las dos Estambules, la europea y la asiática. Ahora hay otro más en construcción.
Un túnel ferroviario de casi 14 km pasa por debajo del mar. Es de reciente inauguración, de 2013, y empresas españolas participaron en su construcción.
El Bósforo tiene una altísima densidad de tráfico marítimo. Más de 132 buques lo atraviesan a diario. A eso hay que añadir el tráfico local con infinidad de barcos que hacen cruceros, los ferrys, particulares, etc. Por eso sus aguas están permanente movidas, parece que haya siempre marejada.
La forma del estrecho es peculiar, tiene forma de “S” con cabos y curvas muy pronunciadas.
Atracamos antes de la hora prevista en un muelle frente al Cuerno de Oro, con la Mezquita de Santa Sofía en el centro. El Cuerno de Oro está situado en la parte europea de la ciudad, dividiendo la parte antigua de la nueva. Se considera un puerto natural muy seguro. Se le llama cuerno por la forma que tiene el saliente que se adentra en el Bósforo.
Recogemos los últimos enseres de la cabina y nos subimos a desayunar. Ahora empiezan las tristes despedidas, tanto de la tripulación como de los pasajeros con los que hemos tenido más roce.
Hacemos los últimos trámites como devolver las llaves, recoger los pasaportes y firmar la factura de la visa de los gastos efectuados en el barco y ahora sí que ha llegado la hora de abandonar el barco. Nos da una pena horrible pues lo hemos disfrutado mucho y no sabemos lo que nos deparará el futuro y si podremos volver a uno de estos barcos algún día.
Hoy no hace mucho calor. Está algo nublado y corre un fresquito que nos pilla desprevenidos.
Vamos caminando por el muelle hasta llegar a la estación marítima. Pasamos el control de pasaportes, recogemos las maletas y salimos por fin a Estambul.
Como hemos llegado muy pronto aun falta una hora para que nos recojan, así es que pasamos a una cafetería de enfrente a tomar algo.
Estambul tiene un origen tracio del siglo VII a.C. La fundación de la entonces Bizancio entró en el plan colonizador griego de entonces por el Mediterráneo. Se convirtió en una zona rica por su pesca y su comercio.
Por la expansión del Imperio Romano llegó a tener un gran protagonismo en el siglo II d.C. ya que aquí confluían las dos grandes vías del Imperio Romano.
Constantino levantó aquí una nueva ciudad, llamándola Nueva Roma, dotándola de grandes murallas y fortalezas defensivas, ya que era un botín muy codiciado para otros pueblos.
Al repartirse el Imperio Romano en el siglo IV d.C. Arcadio se quedó con la parte occidental.
Con el emperador Justiniano el Imperio Romano alcanzó su máximo esplendor pero al final solo quedó Constantinopla como recuerdo de glorias pasadas.
El cisma entre la Iglesia romana y la de Constantinopla acabó de acelerar el fin, ya que se perdían los emperadores en discusiones teológicas cada vez más influenciadas por las filosofías orientales.
La entrada de los Cruzados no ayudó en nada a su florecimiento, más bien todo lo contrario, pues la saquearon en 1204 y perdió todo su poder comercial.
A principios de 1451 Mehmet, otomano, se dedicó a estudiar la forma de apoderarse de Constantinopla, cosa que al final consiguió, iniciándose el Imperio Otomano. Desde el siglo XVII se comenzó el desmembramiento por la pérdida de territorios hasta la 1ª Guerra Mundial que propició su total desaparición. Perdieron los otomanos frente a los Aliados y desde 1919 hasta 1923 hubo una revolución que acabó con la proclamación de la República Turca en Octubre de 1923 por Mustafa Kemal Atatürk. Tomó como modelo el occidental, eliminando el sultanato, suprimiéndolos impuestos religiosos y pasando la capital del país a una ciudad interior de nombre Ankara. En 1930 Constantinopla pasó a llamarse Estambul.
Lo que la ha marcado siempre ha sido su enclave estratégico entre dos continentes. Fue la puerta de entrada para Europa del mundo oriental, por donde pasaban las mercancías asiáticas hacia Europa. Ese enclave, a su vez, le da un carácter ecléctico y ambivalente al encontrar en ella huellas de muchas culturas que se mezclan y conviven, convirtiéndola en una ciudad universal.
Dentro del mismo Estambul hay como un conjunto de ciudades entrelazadas, uniendo pasado y presente, modernidad con antigüedad.
A pesar de ser un país mayoritariamente musulmán el estado es laico y con libertad de culto.
Se habla de que puede haber una población de 17 millones de habitantes, además de la inmensa cantidad de turistas que llegan cada día.
A las 10 llega el guía con una Van muy cómoda con chófer. Subimos las maletas y hacemos las presentaciones. El guía es judío y se llama Salamon. Es de origen sefardí de Sevilla aunque nacido en Turquía.
Nos obsequia con una cajita de dulces típicos turcos a cada uno. Son una especie de gominolas con frutos secos en su interior y además nos da un ojo pequeño de cristal, que según la leyenda ahuyenta del mal de ojo.
Vamos directamente al Palacio de Dolmabahçe que significa “jardín lleno”. Dejamos la Van en un parking que se encuentra en medio entre la Mezquita del palacio y los jardines del mismo.
Atravesamos un bonito jardín por su avenida principal, con unos magnolios enormes, llenos de flores abiertas que irradian un aroma dulzón encantador. A nuestra derecha nos encontramos con la Torre del Reloj construida entre 1890 y 1895. Tiene 35 metros de altura divididos en 4 pisos, siendo el superior más angosto.
Se erigieron otras torres con reloj en Estambul para informar a los habitantes de la ciudad de las horas de los rezos. También contaban con barómetros, termómetros y anemómetros para dar la información del tiempo.
Pasamos por un detector de metales y recogemos las entradas. El palacio y sus jardines se encuentran justo al lado del Bósforo, con puertas directas al mar en su enorme valla perimetral. Es espectacular el trabajo de forjado de los cientos de metros que rodean todo el recinto con unos jardines cuidados hasta el extremo con fuentes, estanques y esculturas.
Atravesamos la Puerta del Sultán, decorada con esculturas y diversas ornamentaciones de plata.
En la grandiosa y suntuosa escalera de mármol que da acceso al palacio hemos de hacer un poco de cola y ponernos unas fundas de plástico en los zapatos para no manchar el interior. Mientras, observamos la fachada principal de estilo barroco con detalles renacentistas y columnas dóricas.
El palacio tiene una fachada lateral que mira al Bósforo de 600 metros. Es el edifico más grande del país.
Tras varios incendios en el palacio de Topkapi, el sultán Abdul Mejid I decidió construir otro palacio al estilo renacentista turco entre 1843 y 1856. El arquitecto fue Balian. Es una mezcla de estilos occidentales como el barroco, rococó y neoclásico mezclado con el estilo magnificente oriental turco.
Consta de 285 habitaciones, 43 salones con más de 280 jarrones, 156 relojes, 58 candelabros de cristal de Bohemia y Venecia. Hay más de 4.500 metros cuadrados de alfombras hechas a mano, algunas de seda.
La primera planta era la de recibir al pueblo y resolver los asuntos administrativos.
La decoración es muy bonita con 4 chimeneas y cuatro columnas que se continúan en el piso superior. Cuatro enormes candelabros de cristal adornan la sala, con piso de madera formando dibujos.
Subimos una suntuosa escalera siendo de cristal su barandilla que da acceso al piso superior, zona ya donde vivían los sultanes. Unas columnas de mármol rojo de estilo corintio conducen al Salón de los Embajadores. Está decorado con algunos objetos de plata excesivamente barrocos, entre ellos un colmillo de marfil que sirve de pie de un candelabro. Una alfombra persa de 110 metros cuadrados cubre el centro, rodeado de las cuatro chimeneas decoradas de cristal tallado y de las cuatro columnas que suben desde abajo.
Ahora la decoración de las puertas y los suelos es mucho más rica. Un trabajo magnífico de marquetería de maderas nobles recrea bonitos dibujos geométricos recorren toda la planta.
En el centro del salón cuelga una grandiosa lámpara de cristal.
Del Salón Azul destacan los jarrones japoneses enormes y dos más pequeños. Está la sala rodeada de espejos y lo más llamativo es la lámpara de Bohemia que cuelga del techo.
Hay pinturas por todas partes del palacio, tanto en techos, paredes y cuadros.
El mobiliario que se ve en el palacio no todo es el original. Durante la Guerra de la Independencia turca, de principios del siglo XX, se sacó todo y se guardó. Una vez que se puso en uso otra vez se colocaron algunas piezas originales y las otras provienen de anticuarios y de otros palacios.
Lo más sorprendente del palacio es el salón de recepciones, el “Bayaramladma” con grandes ventanales y 56 columnas corintias acanaladas. Todo el salón está profusamente decorado. Mide 44 metros por 46 metros. En su centro hay una gran cúpula de 36 m donde domina una exuberante decoración pintada.
Alrededor del salón hay una galería elevada donde se colocaba la orquesta. Está toda pintada y es de destacar las magníficas perspectivas que le dan profundidad y mayor espacio. La joya del salón, además de la enorme alfombra que lo cubre es la majestuosa lámpara de cristal que cuelga del techo. Tiene más de 5 toneladas de peso y fue un regalo de la Reina Victoria de Inglaterra, aunque luego se ha descubierto la factura de la misma, así es que no se sabe si se pagó o fue realmente un regalo. Una vez al año se baja y se limpia. En esta sala llamada también Sala del Trono sirvió para la coronación de los últimos 5 sultanes.
En este palacio murió Atatürk, el líder de la Independencia turca en 1938.
Una curiosidad de la visita fue encontrar por todo el palacio, en pasillos sobre todo, unos enormes armarios. Servían para guardar colchones. A pesar del gran número de habitaciones con que cuenta el palacio, siempre había tanta gente que había que acoplarla para descansar, así es que se sacaban los colchones y se tiraban en el suelo donde dormían los no habituales.
Salimos del palacio paseando por sus jardines y nos montamos en la Van que nos deja cerca de la Plaza Taksim. Se encuentra en la parte europea de la ciudad de Estambul. Su nombre significa “distribución”, denominada así por ser el punto donde se centralizaba la distribución de aguas de la ciudad desde que el Sultán Mahmud I lo estableciera en 1732.
Es el punto neurálgico de numerosas manifestaciones políticas, sociales o de otro cariz. En el centro hay un jardín circular pero todo a su alrededor es cemento. Es una zona de restauración y de hoteles de lujo. Se conserva en la plaza el Monumento al Aguador y el Monumento en conmemoración de la creación de la República Turca con Atatürk en el centro.
Nos obsequia Salamon con dos rollitos de sésamo y vamos comiéndolos por la Calle Istikal. Quiere decir “Calle de la Independencia”. Antiguamente se llamaba “Gran Rue de Pera” al ser la arteria principal de ese barrio.
Mide más de dos kilómetros y llega hasta la Estación del Túnel del primer metro de Estambul, 2º en el mundo detrás de Londres.
En la calle aun se conservan edificios del siglo XIX y principios del XX, que fueron embajadas, hoteles, etc. La mayoría de los edificios están bastante decrépitos y tras una buena restauración sería una calle bonita.
Es peatonal y todos los bajos están ocupados por todo tipo de tiendas, como en cualquier capital europea.
Quizá lo más bonito de la calle sean sus callejuelas y pasajes que se abren a los lados de la misma. Entramos en el Pasaje de las Flores lleno de puestos de flores, restaurantes y bares. Detrás se encuentra el Mercado del Pescado, con toda clase de peces expuestos en la calle.
La calle Istikal la recorre un antiguo tranvía que va desde la Plaza Taksim hasta la Estación de Túnel donde da la vuelta.
Nos adentramos por un dédalo de calles buscando un café típico para descansar. Tras conseguir tomar algo parecido a unas claritas y un café turco seguimos paseando por el Barrio de Pera, que es muy señorial y bonito, repleto de actividad comercial selecta, con galerías de arte y lugares de ocio estilosos. Hay magníficos hoteles de lujo.
Fue el barrio preferido de los extranjeros que venían a vivir a Estambul, donde se situaron embajadas en edificios de arte clásico y art noveau.
Nos recoge la Van y sorteando el caótico tráfico turco nos lleva a las cercanías del Gran Bazar.
Recorremos una calle peatonal, con buenas tiendas. Nos recomienda una joyería a la que entramos. Mila ve unas cosa que le gustan y promete volver.
Como no tenemos dinero turco, nos lleva el guía a una oficina de cambio. Cambiamos y ya hacemos caja común.
Vamos a comer a un restaurante cercano en un primer piso con especialidades turcas que están muy buenas. Allí aprendí la primera y única palabra que logré pronunciar “karpuz” que en español es sandía.
A la salida nos adentramos en el Gran Bazar.
Se piensa que fue una construcción bizantina que los turcos adoptaron y perfeccionaron. Pero la 1ª construcción de este lugar data de la época de Mehmet de 1461.
Hoy en día forma un estrecho laberinto de calles y callejuelas, más de 90, con unas 4.000 tiendas y 20.000 trabajadores pululando, además de la multitud de compradores locales y turistas que lo pueblan.
Tiene una superficie de 200.000 metros cuadrados con 18 puertas grandes de acceso al recinto. Está cubierto de pequeñas cúpulas y bóvedas, todas ellas pintadas de diferentes motivos.
La calle principal es la de Kapalkilar, repleta a un lado y a otro de joyerías.
En tal multitud de tiendas de diversos tamaños, se puede encontrar casi de todo, pero no hay que olvidar el regateo.
También hay en su interior bares y restaurantes.
Su suelo está empedrado y hay desniveles, por lo que no es muy cómodo andar si no es con zapato apropiado.
Fue destruido parcialmente durante un terremoto en 1894. Fue reconstruido y se volvió a abrir al público cuatro años después.
Recorremos unas cuantas calles y entramos en alguna tienda. Lo que nos gusta es muy caro y por lo demás sólo compramos unas cajitas muy bonitas llenas de jabones que huelen muy bien.
A la salida nos recoge el guía y nos lleva hasta donde nos espera la Van. Nos cuesta un buen rato poder llegar al hotel, que está cerca, pero el tráfico es horroroso.
Descargamos las maletas en el Otoman Palace Hotel, justo detrás de la Mezquita de Santa Sofía.
El hotel está muy bien situado pero tiene un grave problema. Restauraron varias casas otomanas que están a distintos niveles, uniéndolas y hay por todos lados escaleras y no demasiado cómodas. Las habitaciones son todas interiores y pequeñas. La categoría del hotel no se corresponde con lo que realmente dan.
Nos llevan los equipajes a las habitaciones y descansamos un rato.
Habíamos quedado a las 7 para ir a dar una vuelta pero se ha puesto a llover y no da gusto salir.
Nos quedamos en un salón charlando y como sigue lloviendo decidimos quedarnos a cenar allí mismo. El comedor está casi al aire libre y han tenido que poner en ciertas partes sombrillas para que no se moje la gente. Nos encontramos allí mismo con un grupo de pasajeros de nuestro barco.
Nos regalan a las señoras un colgante que es una piedra, símbolo de la hospitalidad turca.
Tras una larga sobremesa bajamos los dos pisos hasta las habitaciones y nos vamos a dormir.
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Domingo 22 de Junio de 2014. Estambul
Subimos a desayunar y no nos gusta mucho lo que nos ofrecen.
A las 9 nos recoge Salamon y nos vamos paseando a ver lo primero el Hipódromo.
Lo que en su día fue un hipódromo hoy es una enorme plaza, la del Sultán Ahmed. Durante el periodo bizantino fue un auténtico centro social.
A lo largo de su extensión podemos ver algunos pequeños monumentos en el centro de todo el óvalo.
Hay una fuente construida en 1900 que la regaló el gobierno alemán en conmemoración de la visita del Kaiser Guillermo II dos años antes. Es de forma octogonal abovedada.
El Obelisco de Teodosio es de granito rosa con una antigüedad de 1490 a.C., traído del templo de Karnak en Egipto tras la victoria de Teodosio sobre Máximo. Para su traslado lo partieron en tres trozos. Sólo está expuesta la parte que queda, la superior, sobre una base de mármol.
La Columna de la Serpiente o Trípode de Platea es la conmemoración de la victoria de los griegos sobre los persas en la batalla de Platea en 479 a.C.
Se fundieron todas las armas de bronce de los vencidos y se trenzaron enroscando tres partes. Cada una de las partes en su extremo superior tenía la cabeza de una serpiente y entre las tres sostenían una bola dorada. En un principio estuvo en el templo de Apolo en Delfos.
Hoy en día falta la parte superior de las cabezas y la bola dorada.
En otro extremo de la plaza está la Columna de Constantino VII del año 940. Se hizo de toscos bloques de piedra, que después fue forrado de bronce dorado con pinturas pero los cruzados lo quitaron y fundieron.
A lo largo de la plaza nos encontramos entre diferentes grupos de turistas a muchos de los pasajeros de nuestro Star Clipper.
En un lateral de la plaza del Hipódromo y cerca de la Mezquita de Santa Sofía están los Baños de Cagaloglu edificados en 1741. Fue el último edificio de este tipo que se construyó en el Imperio Otomano, fundado como un Hamán público y sus ingresos eran destinados a sufragar los gastos de la Biblioteca y la Madrasa del Sultán Mehmet II de la Mezquita de Santa Sofía.
Es el más famoso hamán de Estambul y de los más caros también. El mármol blanco impera en todo el salón de baños. Los baños de las mujeres están separados del de los hombres. Tiene dos cúpulas que hacen un bonito efecto de luz en su interior ya que ésta entra por los orificios de las cúpulas.
Una vez vista la plaza del Hipódromo nos adentramos en la Mezquita Azul. La entrada está en un lateral de la plaza. También se le llama del Sultán Ahmet.
Mientras hacemos una pequeña cola para entrar vemos una boda con todo el boato musulmán. Nos colocamos unos plásticos en los zapatos y hemos de llevar la cabeza tapada y los brazos y piernas cubiertos.
Fue erigida por el arquitecto Mehmet Aga por orden del Sultán Ahmet entre 1609 y 1616 sobre los cimientos del antiguo palacio imperial de Bizancio. Se siguió el modelo de construcción de Santa Sofía pero intentando superarlo, aunque no lo logró. Le pusieron 6 minaretes por ser Mezquita Imperial, igualando los que tenía la Meca, a la que le tuvieron que añadir otro más, para ser la principal mezquita del mundo musulmán.
Fue el punto de reunión de las caravanas que iban en peregrinación a la Meca.
Debe su nombre de Mezquita Azul por la decoración interior de azulejos en los que predomina el color azul, además del verde y el blanco, con elegantes dibujos geométricos. Por las paredes y en las columnas hay inscripciones en oro de versículos del Corán.
Cuelgan media docena de enormes lámparas que antaño estaban sujetas por cadenas de oro incrustadas de esmeraldas.
La cúpula central tiene una altura de 43 metros y 23.5 metros de diámetro sustentada por 4 columnas de mármol y a cada lado semicúpulas que la refuerzan.
El interior es espectacular. Al ser Mezquita Imperial en un lateral se encuentra un balcón elevado, cerrado con celosías, donde se colocaba la familia imperial para estar alejada del pueblo por seguridad.
Los jardines que rodean la mezquita son muy bonitos y están muy verdes y cuidados.
Pasamos al patio donde en el centro hay una fuente en forma de templete donde hacían las abluciones los creyentes antes de entrar en la mezquita.
Hay 26 columnas de granito con capiteles ricamente adornados, con 30 semicúpulas que forman un pórtico. Todo el suelo es de mármol.
Nos hemos encontrado en el interior con los catalanes.
Salimos y vamos caminando hacia el Palacio de Topkapi. Su nombre significa “Palacio de la Puerta de los Cañones”, por hallarse cerca de una de ellas. Fue el centro administrativo del Imperio Otomano desde 1465, en que entró en uso, hasta 1853, cuando el Sultán Abdulmecid decidió trasladar la residencia al Palacio de Dolmabahçe, más moderno.
Su construcción se inició en 1459 y se terminó en 1465. Está formado por muchos pequeños edificios rodeados por 4 patios y jardines. Todo el recinto de 700.000 metros cuadrados de superficie está rodeado por una muralla bizantina. Se encuentra justo a la orilla del Bósforo.
Al lado de la puerta de entrada hay un café bajo una sombra estupenda de unos árboles gigantescos. Tomamos un refresco y descansamos un poco para tomar fuerzas. Hemos pasado por otro Hamán y enfrente hay un museo recién inaugurado de Alfombras, con una puerta de entrada preciosa.
Entramos por la Puerta Imperial y lo primero que vemos es un jardín muy grande y cuidado. Es el patio de los Jenízaros, donde estaba la morada de los militares. Hoy en día aun hay una guarnición.
A continuación, tras pasar por la Puerta de Acogida, atravesamos el patio del Diván con las cocinas y pastelerías que daban de comer a diario a unas 10.000 personas que habitaban el palacio. Hay mucha gente paseando por los jardines. A la izquierda está la Iglesia de Santa Irene.
El Patio de las Ceremonias era el elegido por los sultanes para los actos protocolarios más importantes, desde entronaciones hasta fiestas de carácter religioso.
En un lateral está el conjunto de las tres salas del Consejo Privado donde se reunían todos los martes, tras la oración matinal, los oficiales de alto grado del ejército con sus uniformes de gala. Consta de tres salas, una del gran visir, otra la sala del consejo y una más que es la oficina de registro civil.
Atravesamos otra puerta y llegamos a un patio donde se encuentra la sala de las Audiencias de los Embajadores
Además hay un pabellón con reliquias de Mahoma. También se encuentran las salas del Tesoro.
Iniciamos la visita por el Harén. Era un lugar prohibido dentro del palacio para los extraños. En él había de 500 a 800 mujeres a las que se les adiestraba en artes, servir el café, el trato con las personas, etc. Eran las mujeres, concubinas, hijos y esclavas del sultán. La Reina madre era la que supervisaba todo el funcionamiento del harén.
La vida dentro del recinto prohibido tenía un estricto protocolo del que se encargaban los eunucos: los blancos vigilaban el exterior del harén y los negros el interior.
Todo el interior del harén está decorado por hermosos paneles de azulejos en los que predomina el color azul. Pero hay una zona que tiene una particularidad, usan el rojo con relieve, cosa no habitual. Además hay un panel en que se usó el negro para algunos detalles, algo muy difícil de ver en otros lugares. También introdujeron el verde y el amarillo en las decoraciones de azulejos. Es un museo absolutamente hermoso de la evolución de la azulejería.
Casi todas las salas tienen chimenea y los techos están pintados, incluso siendo algunos abovedados.
En el harén había una escuela donde se formaba a las mujeres en lectura, escritura y música además de otras actividades sociales.
Tenían que pasar un examen exhaustivo sirviendo el café a personalidades y entonces se decidía si ya se las podía presentar al sultán y a otros cargos oficiales de alta categoría.
Los niños vivían en el harén, recibiendo clases en la escuela dedicada a ellos y con preceptores especiales los hijos del sultán.
También había un hospital.
Los eunucos eran los responsables de la seguridad del harén y además de las mujeres que vivían en su interior, había esclavas y mujeres contratadas para atender el servicio del harén. Salimos a un patio muy grande con preciosas vistas que cuenta con una piscina enorme y profunda, donde practicaban el remo en canoas.
Al salir de esta zona nos dirigimos a las salas del tesoro. Mila, Ben y yo entramos a ver el tesoro. Vicente y Salamon se quedan en la cafetería a tomar un refresco.
Las salas están poco iluminadas y hay que pasar frente a las vitrinas empotradas en las paredes de uno en uno, con lo que se hace un poco pesado pues te achuchan y casi no puedes leer los cartelitos.
En las salas se pueden encontrar botines de guerra y ofrendas diplomáticas, incrustadas de piedras preciosas, joyas y objetos muy valiosos de uso personal y decorativo.
Lo más destacable que se puede admirar es la Daga Topkapi del siglo XVIII con tres enormes esmeraldas, diamantes y un reloj en la empuñadura.
También vemos el Diamante Kasikçi que es el 5º del mundo. Tiene forma de cuchara, pesa 86 quilates y está tallado en 58 facetas. Se encuentra rodeado por una corona de 49 minúsculos brillantes.
Los rubíes son también espectaculares en algunas joyas.
Nos asomamos a una terraza con vistas al Bósforo.
Topkapi fue declarado museo por Atatürk.
Recogemos a Vicente y a Salamon y salimos de Topkapi, donde también nos hemos cruzado con los catalanes. Cruzamos la plaza del hipódromo y nos lleva a comer a un sitio que van muchos grupos de turistas pero la comida es muy buena.
Es buffet y todo lo que probamos nos gusta. Están haciendo para otro grupo una especie de albóndigas de carne picada con cordero, envueltas en un pincho ensartadas y hechas a la brasa que huelen de maravilla. Como estamos al lado de la parrilla nos ponen un buen plato para que las probemos y francamente están muy ricas.
Tras comer nos dirigimos a la Mezquita de Santa Sofía.
En el año 326 d. C. el emperador Constantino para embellecer aun más Bizancio levantó una nueva Basílica, que sufrió con el devenir de los tiempos muchos avatares y percances así como incendios al ser de madera y terremotos. Cada emperador posterior fue transformándola y restaurándola.
Justiniano fue el que le dio esplendor entre 532 y 537, en pleno auge del arte bizantino.
Tiene una cúpula de 67 metros de altura y 33 metros de diámetro. Está apoyada en cuatro puntos y 40 contrafuertes pequeños que le dan un aspecto que parece que flote.
Tiene 40 ventanas superiores para iluminarla.
Primero fue iglesia bizantina, luego entre 1204 y 1261 fue iglesia católica del Papa. Después fue ortodoxa. En 1453 Estambul fue tomada por el Imperio Otomano y la convirtieron en mezquita. Para ello Mehmed II la dotó de 4 minaretes.
En 1935 Atatürk la convirtió en Museo, sin ningún tipo de culto.
Su interior está en permanente restauración. Hay unos enormes medallones decorativos con letras árabes y preciosos mosaicos en la 2ª planta.
Sobre lo que era el altar hay un enorme mosaico de oro de la Virgen con el Niño en sus brazos.
Al entrar nos ha llamado la atención el desgaste brutal que ha sufrido con los años el mármol de los suelos.
Subimos por una larguísima rampa al piso de arriba para ver desde lo alto su magnificencia y observar de cerca los mosaicos que aún quedan en los arcos de piedras diminutas, el trabajo fino de los capiteles.
Hemos presenciado algo inaudito, que el guía, que lleva 40 años en su profesión jamás vio. Un musulmán se arrodilló en el suelo sin ninguna alfombra debajo de su cuerpo y se puso a realizar los rezos musulmanes. Primero, esto no es una mezquita sino un Museo. Segundo, que para los musulmanes es indigno e impuro postrarse directamente sobre el suelo y en tercer lugar quizá quería reivindicar que en algún momento de la historia de este grandioso edificio fue una mezquita. Nos dejó preocupados, pensando en la consigna mundial del mundo musulmán de recuperar aquellos lugares y países que estuvieron bajo su bandera en otros tiempos.
Salimos y nos sentamos a descansar y tomar algo fresco, ya que llevamos un día duro de caminar y ver muchas cosas.
Mila y yo nos vamos a ver la tienda del Museo que tiene cosas muy chulas.
Salamon nos lleva a la tienda de las copias buenas de bolsos, relojes y zapatos. Es la “Tienda de Finito de Córdoba”. Justo al lado te abren una puerta blindada y bajas un piso. Allí están los bolsos, es decir, sus réplicas exactas, de todas las marcas y modelos. También hay relojes, cinturones, carteras, zapatos, pasminas, etc.
De todo lo que vemos solo me gusta un bolso réplica de uno de Loewe que es perfecto. Me lo compro y es mi regalo de Estambul.
En el piso de arriba está lo de superlujo, y no subimos a verlo.
Como estamos cerca del hotel, Vicente se va directamente y Mila, Ben y yo nos quedamos viendo las tiendas de este barrio y Mila compra algunos regalitos.
La calle está muy animada.
Volvemos al hotel y descansamos, que buena falta nos hace.
A las 8 nos vamos caminando a un restaurante de pescado que nos ha recomendado Salamon. Está cerca de Topkapi, en un intricado barrio de hoteles y restaurantes. Está escondido, pero hay mucha gente y no paran de llegar más comensales, aunque el lugar es grande.
Cenamos muy bien y nos reímos a la salida pues hay un montón de gatos, bien alimentados. Los camareros les sacan bandejas enteras de los restos de pescado del restaurante. Salamon aquí disfruta porque adora a los gatos, y no hay uno solo que no haya cogido en brazos o acariciado de los que hemos encontrado en las visitas.
Volvemos paseando, pasando por la puerta de Topkapi, ya vacía del gentío que la llenaba esta mañana.
Las callecitas que rodean nuestro hotel tienen unas casas muy bonitas, aunque el suelo está empedrado y no es fácil caminar.
Caemos rendidos en la cama.
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Lunes 23 de Junio de 2014. Estambul
A las 9 nos recoge Salamon con un minibús y nos dirigimos directamente a la parte asiática de Estambul. Hay un tráfico muy denso. Cruzamos el 2º puente, que es autopista de peaje y nos sorprende la visión de esta parte. Se ven unos jardines muy modernos y decorativos a los lados de la autopista. Las vistas son preciosas de la parte europea. Subimos a la Colina Chamlica que está a 267 metros de altitud y tiene unas vistas espectaculares del Bósforo, el Mar Negro y el Estambul de los dos continentes.
Arriba hay un parque al que suben los habitantes de Estambul a pasar el domingo, con unos jardines preciosos.
Este lado de Estambul es muy señorial y rico. Las mejores mansiones están en este lado y muchos prefieren vivir aquí, lejos del bullicio turístico.
Volvemos a toda prisa a la parte europea, a los pies del Puente Gálata.
Se encuentra en el estuario del Cuerno de Oro. En diferentes años se han ido construyendo puentes: 1845, 1863, 1875 y 1912.
El actual se construyó muy próximo al antiguo y se terminó en 1994. En el centro hay un tramo levadizo y una pasarela peatonal en cada dirección. Durante todo el día se pueden ver montones de pescadores a un lado y a otro del puente. Sujetan un soporte de madera a la barandilla y allí colocan sus cañas de pescar. Casi siempre pescan sardinas.
El nivel inferior está repleto de restaurantes de comida rápida, bocadillos y sobre todo de pescado.
Del puerto de Eminönü, a los pies del Puente Gálata, salen un montón de barcos que hacen el recorrido del Bósforo. Tenemos suerte y llegamos a tiempo de coger uno.
Partimos bordeando las dos orillas del Bósforo. Ambas son muy bonitas. Pasamos por varios palacios como el de Dolmabahçe, Topkapi, Civagán, que se incendió y ahora es un hotel de lujo precioso; el de Yildiz, con unos enormes muros; el Palacio de Tschiraghan; el Muelle de Ortakoy repleto de restaurantes de pescado y la Basílica del mismo nombre; el Palacio Beylerbeyi, parecido a Dolmabahçe, donde venían a pasar las vacaciones los miembros de la familia real egipcia y otras personalidades de la época.
Pasamos junto a las dos fortalezas que se encuentran en la parte más estrecha del Bósforo. En el lado europeo está la de Rumeli Hisari de 1452 que se construyó con el fin de interrumpir las comunicaciones de Constantinopla con el Mar Negro y además controlar el estrecho para que no llegara la ayuda genovesa.
En el lado asiático está la fortaleza de Anatoli Hisari, donde Dario, rey de los persas, construyó el primer puente flotante para poder invadir Grecia. Pero Mehmet construyó allí mismo una fortaleza para retener a los prisioneros cristianos, quienes la bautizaron como el Castillo Negro que data de 1397, siendo ampliada más tarde en 1452.
En las orillas se ven pequeños puertos, muelles, barcos amarrados, restaurantes, bonitas urbanizaciones con casas magníficas, sobre todo en el lado asiático y un continuo ir y venir de barcos, incluso tres de la marina turca.
En este crucerito hay una pareja con su hijo, pasajeros del Star Clipper.
A la hora y media de trayecto desembarcamos en el puerto de origen y le insistimos a Salamon que queremos comer en alguno de los restaurantes del puente Gálata. Llama a sus contactos y nos recomienda uno de ellos. Él es muy especial y no ha ido a ninguno nunca. Hoy es la primera vez que lo hace. Nos enseñan un carro con una variedad grande de pescados y elegimos uno grande para comer todos. Sacan una bandeja repleta de platitos con “mezes” algo así como tapas, de las cuales eliges las que quieres y te las ponen en la mesa para picar.
Pedimos además las gambas gratinadas y calamares rebozados. Está todo muy bueno y fresco. El pescado también lo han cocinado muy bien a la plancha, abierto por la mitad.
Una vez recobradas las fuerzas subimos unos escalones y llegamos a una plaza que no puede tener más gente deambulando hacia todas partes. Entramos en un túnel para atravesar la plaza por de bajo, ya que está dividida en dos por una avenida con mucho tráfico. Es difícil caminar por el túnel con la cantidad de gente que lo cruza en ambas direcciones y que además en los dos laterales hay infinidad de tiendas y tenderetes, que dificultan aun más el paso.
Entramos en el Bazar de las Especias. Fue construido en 1660 por el Sultán Hatice con los impuestos que cobraba de El Cairo por las tasas de la venta de los productos egipcios en este mercado. Estambul era el final de la Ruta de la Seda y se convirtió en el centro de distribución de toda Europa. Durante el siglo XV las especias llegaban de la India y el sudeste asiático hasta el Cairo y desde aquí a Estambul por el Mediterráneo.
Tiene forma de “L” y está cubierto. Hay 88 tiendas. Es un espectáculo en sí por el colorido de lo que exponen y de los aromas mezclados de todas las especias y frutos secos que ofrecen.
Todas las tiendas son preciosas e incluso lujosas, con una atención impecable a todo comprador. Además de las más variadas especias, frutos secos, hierbas sin fin, tés, dulces, hay también tiendas de artesanía, en especial cerámica, y algunas tiendas de ropa. Y por supuesto delicatesen como el caviar. El colorido, la variedad y el aroma forman un todo que es difícil de olvidar.
Salamon nos lleva a una de las tiendas y compramos un montón de especias, dulces típicos, bombones de chocolate, hierbas y tés así como unas cajas variadas muy bonitas para regalar.
A la salida nos acompaña a una tienda cercana de pasminas buenas y preciosas pero tras ver un montón no nos quedamos con ninguna.
Nos recoge el bus y nos lleva a las Cisternas. Bajamos todos menos Vicente que se va al hotel con el chófer y los paquetes.
Entramos en las Cisternas Mila, Ben y yo. Fueron construidas por Justiniano. Son un antiguo depósito de aguas del siglo VI, del año 532, que recogía las aguas del Bosque de Belgrano, a 19 Km de la ciudad. Está compuesto por 336 columnas que sostienen las bóvedas de ladrillo, en 12 filas de 28 columnas con capiteles de estilo bizantino.
Destaca la Cabeza de Medusa que a modo de base sostiene una gran columna. Hay dos cabezas, una al revés y otra de lado.
Es el depósito más grande de los que había en Estambul y se hizo con el fin de evitar la vulnerabilidad de la ciudad si sufría un asedio y se destruía el Acueducto de Valente.
El espectáculo interior es muy bonito. Hay una luz tenue que ilumina cada una de las columnas, con el reflejo del agua y suena una música suave y relajante. Además se está fresquito y se agradece.
Paseamos por su interior hasta llegar a la Cabeza de Medusa, donde hay cola para fotografiarla y vamos saliendo poco a poco.
A la salida me despido de Salamon que va a acompañar a Mila y a Ben a la joyería que vimos el primer día. Yo me voy al hotel, que está muy cerca y me detengo en una tienda, justo al lado de la puerta del hotel, a comprar unos pequeños azulejos, que son imanes de nevera, preciosos, para acabar con las monedas turcas sueltas.
En el hotel descanso y escribo en el diario del viaje para no olvidar muchas cosas que hemos vivido.
Entretanto Vicente saca las tarjetas de embarque para mañana, preparamos las maletas y le llevo los paquetes a Mila, que habíamos comprado en el Bazar de las Especias. Me enseña todas las cositas que se ha comprado que son muy bonitas y originales.
Una vez descansados cogemos un taxi que nos lleva a un restaurante a la misma vera del Bósforo, el Estambul Modern, que como su nombre indica es moderno y minimalista, pero tiene una terraza sobre el mar impresionante. Está dentro del complejo del Museo de Arte Moderno.
Cenamos muy bien y ya liquidamos todo nuestro fondo, guardando solo lo justo para el taxi que nos piden para volver al hotel y las propinas de mañana. De noche Estambul está más bonita, al estar los monumentos y las calles iluminadas, sin tráfico y sin tanta gente por todas partes.
Hay que dormir bien y pronto que mañana madrugamos.
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Martes 24 de Junio de 2014. Valencia
Nos levantamos tempano, desayunamos y viene a por nosotros un minibús con chófer para llevarnos al aeropuerto.
Los kilómetros de distancia entre Estambul y el aeropuerto transcurren por una carretera bordeando en Bósforo, que a estas horas está precioso. Hay un montón de barcos anclados cerca de las riberas, como en espera de paso.
Una vez en el aeropuerto hacemos rápido los trámites pertinentes. Íbamos con un poco de miedo por el tema del peso de las maletas. Al final no ha habido problema y entramos a la zona de embarque.
Nos sentamos en una cafetería y como aun tenemos tiempo damos unas vueltas por las tiendas. Al final se compra Mila un hojaldre salado, ya que no ha desayunado mucho y seguro que le entrará hambre en el avión.
Hacen el embarque muy ordenadamente y a pesar de que no conseguimos fila de seguridad, el avión de Turkish Airline es amplio y moderno, con pantallitas de juegos, música y cine en el respaldo de los asientos.
El vuelo es agradable y tranquilo. La comida que nos sirven es buena y abundante, en comparación con otras compañías, incluso nos dan a elegir menú.
Dormimos un poco durante el vuelo y llegamos a su hora a Valencia, aunque ha hecho una aproximación muy larga.
Salimos del avión y hay escaleras para llegar a pasar el control de pasaportes. Una pasajera se ha puesto enferma y sale corriendo, tumbándose en el suelo. El Guardia Civil que miraba los pasaportes nos deja colgados y tiene que salir a atender a la pasajera. Nos tiramos de pie con las maletas de mano en la escalera un buen rato. Al final aparece otro Guardia Civil y ya se acelera el trámite.
Cogemos las maletas, que a pesar de tantos golpes han llegado bien, y nos despedimos de Ben y Mila antes de coger un taxi.
Llegamos a casa y nuestro perro Max está dentro. Nos hace un recibimiento de los suyos, con unos saltos que se queda en el aire para darnos besos y de todo.
Nuestros vecinos Amparo y Luis nos tienen la mesa puesta y como saben que venimos con mono de “arrocito” nos han preparado un arroz al horno que nos sabe a gloria. Tras una larga sobremesa ha llegado la hora de dormir una siesta de campeonato antes de deshacer las maletas.
Ha sido un viaje precioso, hemos tenido mucha suerte con el tiempo, ya que el mar estaba como un espejo y eso ha facilitado la confortabilidad de la navegación y por supuesto nuestro querido Star Clipper, del que pensábamos que después de 6 años sin saber nada de él, podría estar más deteriorado. Ha sido todo lo contrario. Muchas cosas habían mejorado y lo siguen manteniendo en un perfecto estado de forma. La tripulación ha sido encantadora y complaciente en extremo. Desde el primer día sabían de tus gustos y en cuanto te veían ya te estaban preparando lo que tenías por costumbre desayunar, beber, comer o cualquier otra cosa. Vale la pena, por lo menos una vez en la vida, darse el lujo de viajar en el Star Clipper o en el Star Flyer.
Hasta el próximo viaje del que aun no hemos decidido el destino…… arriba anterior
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